En esta entrada uno de los creadores de este Blog pretende transmitir una historia y una experiencia relacionada con el Alzheimer. ¡Esperemos que os guste!
Por aquella época yo era un joven alumno de 21 años. Me enfrentaba a una decisión difícil, ya que tras finalizar el primer año de Integración Social era el momento de elegir el centro en el que iba a realizar mis prácticas formativas. Unas buenas notas me permitían escoger casi cualquier asociación, cualquier centro o cualquier fundación; discapacidad física, intelectual, sensorial, drogodependencias, infancia, inmigración, inserción sociolaboral, enfermedad mental, Síndrome de Down, autismo..., demasiados ámbitos como para decidirse fácilmente por uno solo.
Sin embargo, sí había un colectivo que me llamaba la atención mucho más que los demás, el Alzheimer. Mucha era la gente que no me lo recomendaba, si es cierto que había obstáculos e inconvenientes, aunque muchas de ellas finalmente se acabarían convirtiendo en ventajas y facilidades. El horario de las prácticas no iba a ser bueno, las actividades ya sabía de antemano que iban a ser muy monótonas, era consciente de la dificultad que suponía tratar con personas con Alzheimer, especialmente en pacientes en fases avanzadas..., nada de eso me importaba.
Sin embargo, sí que había algo que me echaba un poco para atrás, porque ¿quién quiere recordar y volver a vivir situaciones difíciles que han provocado sufrimiento en el pasado? En esta situación me encontraba yo, con el recuerdo aún presente de malas experiencias familiares y con el miedo de no poder soportar ni más ni menos que seis meses realizando prácticas diariamente con personas con Alzheimer.
Finalmente decidí asumir los riesgos y elegir las prácticas que en el fondo quería escoger. Bendita decisión que tomé en su momento, ya que es muy probable que de no haberla tomado, no me hubiera lanzado a estudiar Terapia Ocupacional.
Así que allí estaba yo, mi primer día en uno de los centros de día de la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer de Burgos (AFABUR), el primer día de los próximos seis meses. Yo por supuesto estaba algo nervioso y asustado, aunque también entusiasmado y con muchas ganas de aprender y de colaborar. Lo primero que hizo la directora del centro fue enseñarme las instalaciones y presentarme a todo el equipo multidisciplinar. Todos se quedaron sorprendidos, incluida la directora, ya que no era muy común que un alumno varón quisiera realizar prácticas en un centro de día para personas con Alzheimer.
En un principio me mantuve en un rol de observador, analizando cómo las profesionales interactuaban con los usuarios y cómo realizaban las actividades. Poco a poco fui aprendiendo muchas cosas: conceptos y aspectos relacionados con la enfermedad, técnicas y consejos por parte de mis compañeras, características y particularidades de cada uno de los usuarios..., todo esto me permitió adaptarme muy rápidamente al ritmo del centro.
Es necesario destacar la orientación y el apoyo que me prestaron todas las profesionales: la directora, la psicóloga, la trabajadora social, la terapeuta ocupacional, la médica, la enfermera, las auxiliares..., ya que desde un primer momento me demostraron una confianza absoluta en todos los aspectos. Al poco tiempo ya realizaba diversas actividades con los usuarios sin la ayuda de ninguna profesional. Realizaba ejercicios de estimulación cognitiva, psicomotricidad fina, estimulación sensorial, ejercicios de orientación espacio-temporal, musicoterapia, actividad física y motricidad, actividades de juego y ocio, terapia ocupacional e incluso tareas asistenciales, que no eran mis cometidos, pero yo lo hacía todo encantado.
¿Y qué decir de los usuarios?, cada uno con sus peculiaridades, cada uno de ellos único. De todos ellos aprendí muchas cosas, de todos ellos me llevé un pedazo. Es verdad que que surgieron situaciones difíciles, situaciones en las que se me encogió el corazón, pero allí me enseñaron que la vida es la vida y en ocasiones hay que afrontar situaciones duras e inevitables.
En un abrir y cerrar de ojos llegó mi último día de prácticas. Seis meses que se habían pasado volando, seis meses que me sentí en casa. Después de una dura despedida ya no me quedaban nada más que palabras de agradecimiento a todas mis compañeras. De cada una de ellas y de cada uno de los usuarios me llevo algo bueno para toda mi vida.
Me gustaría añadir que de no ser por mi falta de tiempo, entre la Universidad y mi situación laboral, participaría en AFABUR como voluntario. De hecho, en un futuro me gustaría mucho colaborar con ellos.
También me gustaría dedicar esta entrada a los usuarios de AFABUR y a sus familias, y especialmente a todo el equipo del centro, que me han hecho ver que el ámbito de trabajo con personas con Alzheimer es uno de los más gratificantes. También han logrado que mis prácticas allí hayan sido una de las mejores experiencias de mi vida, y con ello, que me haya decidido por estudiar Terapia Ocupacional.
¡Muchas gracias!